Láser de eliminación

Son innumerables los motivos por los cuales una persona decide borrarse un tatuaje: desde razones laborales o personales, a querer tatuarse en la misma zona.

Hasta hace poco, si alguien se arrepentía solo había dos opciones: aceptarlo y convivir con ello o someterse a un largo y doloroso proceso que dejaba  en la piel una cicatriz que en ocasiones no compensaba.

Por suerte, ahora existen aparatos de última tecnología láser que permiten eliminar los tatuajes sin causar daños térmicos en los tejidos circundantes.

El láser que se emplea en estos procesos combina picos de potencia y duraciones de pulsos distintas para destruir la tinta de los tatuajes a cualquier profundidad.

Preguntas frecuentes

Los procesos no son indoloros en su totalidad y el dolor varía según el umbral de cada persona. En las extremidades (manos y pies) el impacto es más notable. Resulta parecida a cuando se realiza el tatuaje acompañado de una leve sensación de calor en la zona.

Depende de tres factores principalmente: la cantidad de tinta que tenga el tatuaje, color, calidad y componentes de esta. También dependemos del propio sistema linfático del cliente.

El tiempo que recomendamos entre sesión y sesión es de cuatro semanas, que podrán alargarse en función de la evolución del tratamiento.

La zona a tratar no debería exponerse al sol los siete primeros días antes del tratamiento ni la semana posterior. Tras el tratamiento, el cliente debe realizar un proceso sencillo de cuidado de la piel y zona tratada en su domicilio para garantizar la higiene y desinfección del tatuaje eliminado. Jabones neutros durante la higiene normal con productos desinfectantes y que ayuden a la recuperación de la piel.

A modo de ejemplo, un tatuaje negro con una carga normal de tinta y sin que haya sido repasado previamente, rondaría las seis y diez sesiones, lo que serían aproximadamente ocho o doce meses de tratamiento considerando los tiempos de descanso.

Hay casos de éxito de tres y cuatro sesiones con el tatuaje totalmente eliminado y otros que requieren más de diez sesiones.

Los tatuajes de color son los más complicados por su propia composición. Los blancos no son detectados correctamente por los sistemas. Los rojos, verdes y amarillos son los que persisten más que los negros mientras que los azules, verdes oscuros o marrones son en los que se ven resultados en menor tiempo.

Borrar los tatuajes es algo que, afortunadamente, ha evolucionado llegando a ser un procedimiento muy seguro.

Mediante láser del tipo ND-Yag Q-Swicht, el más apropiado para este tipo de tratamientos. El láser, sin apenas dañar para la piel, impacta en la tinta, descomponiéndola en pequeñas partículas. A partir de ahí es el propio cuerpo, a través del sistema linfático, el que completa el proceso.